domingo, 9 de enero de 2011

A todos los montañeros

Alpina libertad que riza el viento,
espasmos de emoción serena y pura,
de hirviente roquedal la espuma oscura,
del hosco farallón el bronco acento.

Cabeza y corazón a paso lento,
allá van a vivir la paz segura,
la más alta versión de la cultura,
y el más limpio fluir del pensamiento.

Cada cumbre que alcanzas, montañero,
¿no es un nuevo favor transfigurado,
sobre el mundo pagano del dinero?

Si  hacia el cielo caminas, ¿no has pensado,
que en la cima de un monte es un punto cero,
donde Dios con su aplauso te ha esperado?

Como cuando fuistéis al Aconcagua,
Javier y Armando.

Archivado en Un poco de poesía

jueves, 6 de enero de 2011

La vecera de las vacas mañías

A los siete años ya había una ley en el pueblo de Fasgar: se podía ir a guardar las veceras del ganado como pastores pequeños, o sea, con una persona mayor. Por ejemplo, yo podía ir con mi padre y otro niño con el suyo. Porque si se mataba una res o se caía o la mataba el lobo y no iban los pastores con la edad reglamentaria, había que pagar.

Una vez estábamos nosotros, Secundino y Elva. Y el día antes había estado Nicanor. Y el lobo mató un jato en la Reguera del Barro. Era de Adamina. Nos querían echar la culpa. Pero la matanza fue en el día en el que estaban los otros. Y como ese día los pastores estábamos reglamentarios perdieron el juicio. ¡Qué tiempos aquellos! Aunque era muy pequeña, me gustaba mucho ir con las vacas mañías. Iba de pastora pequeña para siete casas. Pasaba a lo mejor seis días sin ir a casa. Estábamos en una cabaña. Dormíamos en el suelo, encima de unas escobas. Nos picaban las pulgas, las chinches. Pero no importaba. ¡Qué bien se estaba allí!

De todo me acuerdo. Cuando se alumbraba con el aguzo de la urz, para hacer las sopas de ajo y de unto. Se hacía caldo de fréjoles verdes, de fasgas porque allí hay fasgas, unas hojas que sabían muy bien. El agua es muy buena y muy fría. Siempre está fría en pleno verano. Es un valle precioso. Se llama Campo de Santiago de Martín Moro. Hay una capilla muy bonita, en honor a Santiago. Es la fiesta el 25 de julio.  Y también está la virgen del Pilar. Allí subíamos a misa cada 12 de octubre.

A los pies de la ermita nacen dos fuentes cristalinas que se unen a los ríos que nacen por encima de Mazariel. Cada vez que yo los miro, porque los tengo en mi retina, me parecen el Pilar de Zaragoza. Y hay una pradera de la que en sus tiempos se bajaban al pueblo 300 o 400 carros de hierba, porque todos los 60 vecinos del pueblo teníamos prados allí. Se regaba toda, porque hay mucha agua. Ahí nace el río Boeza.



A mí me encantaría que el pueblo de Fasgar, mi pueblo, lo hubieran edificado en Campo, sería una maravilla. Aunque donde está también tiene su encanto. El río que pasa por el medio del pueblo, los puentes, la plaza, la Fuente El Bolo, que la dibujó mi marido Manolo, que en paz esté. Se llama así porque se juega a los bolos todo el verano en la plaza donde está. ¡Menudas partidas todas las tardes! Porque hay muy buenos jugadores, por ejemplo: Eduardo, Enrique, Jerónimo, Julio, Marcos, Senén y muchos, muchos otros. Tendría que estar un año entero explicando las generaciones. Y también me acuerdo de mi marido, que levantaba la pierna derecha cuando tiraba la bola.

El tiempo ha pasado y ahora en Campo sólo las vacas y los jabalíes pastan a sus anchas. Y en la Plaza mis nietos y los chicos del pueblo siguen jugando cada verano a los bolos.