Soy un pulpo
que vengo desde una playa,
caminando, caminando
hasta encontrar mi patata.
La encontré en el Vallegordo,
en el pueblo de Fasgar
y le dije, -¡oye, tú!
que la vas a formar.
¡Ay, patatas de mi vida,
cuánta hambre nos quitasteis!,
cuando no había nada,
ni cordero, ni fiambres.
A mí me gustan muchísimo,
Pero como más me gustan
Es para merendar,
Con huevo frito y chorizo.
Y cuando mi madre, las riojanas,
de exquisito paladar,
las asaba
en el horno de amasar,
¡Ay, patata de mi vida,
cuánta hambre me has quitado!
Todavía es el día de hoy,
que no lo he olvidado.
¡Viva la patata!
A todos los montañeros
Alpina libertad que riza el viento,
espasmos de emoción serena y pura,
de hirviente roquedal la espuma oscura,
del hosco farallón el bronco acento.
Cabeza y corazón a paso lento,
allá van a vivir la paz segura,
la más alta versión de la cultura,
y el más limpio fluir del pensamiento.
Cada cumbre que alcanzas, montañero,
¿no es un nuevo favor transfigurado,
sobre el mundo pagano del dinero?
Si hacia el cielo caminas, ¿no has pensado,
que en la cima de un monte es un punto cero,
donde Dios con su aplauso te ha esperado?
Como cuando fuistéis al Aconcagua,
Javier y Armando.